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El otro yo. Acá está, en candor purpúreo, elevando su voz. Algunas palabras logran atravesar el tiempo y llegar a mí. El otro yo viene por ahí. Y ahí es donde se va todas las veces. El otro yo pendula al uno y al muerto. Pendula sin viento. El otro yo me habla, por momentos se adhiere a mis dedos y se hace aura. Pero, por supuesto, yo no lo veo.

(del cuaderno 2011)